TIRAR Y METER

¿Cuál es la diferencia entre un buen jugador de baloncesto y uno malo? Prueben a realizar la pregunta delante de un número representativo de entendidos de nuestro deporte. Podrían garantizarse un amplio número de respuestas: les aporto una, por si quedó fuera del amplio espectro. “La diferencia entre un buen jugador y uno malo, es que el bueno normalmente tira y mete, y el malo normalmente tira y no mete”. Les aseguro que cuando me tocó responder, hace años, ni se me pasó por la imaginación: y eso que ya me pagaban por jugar. En mi descarga diré que tuve que responder después de una derrota, y supongo que las excusas no me dejaron ver el norte. Me acuerdo que luché por imponer mi criterio sobre las causas de un mal partido. Quizá empecé hablando de un mal arbitraje, para seguir por los errores del entrenador, antes de cerrar el catálogo de posibles justificaciones con algún pívot incapaz de finalizar un ataque, o con el alero que desperdiciaba balones. Seguramente todo era verdad, pero mi interlocutor seguía en sus trece: “tirar y meter, o tirar y no meter, Pablo; no te enrolles, esa es la diferencia: el bueno tira y mete”.
Y entonces me hablaba de Larry Bird, el ídolo de tantos que soñaron siempre con un juego simple, incompatible con cualquier excusa de aquellas que pretendían justificar un mal partido. Y es que la historia de aquel rubio alto, lento, serio, incapaz de elevarse por encima de nadie, comienza por una canasta en un pueblo de Indiana en la que ni siquiera se podía botar el balón en el suelo; sigue en el silencio de los pabellones vacíos en horarios intempestivos, y termina en la soledad del vestuario tras la estúpida derrota, o la tranquilizadora victoria.
Un jugador, solo, ante un objetivo concreto: lo demás son conservantes y colorantes.

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