EL MODELO DEL NUMERO UNO

Se abrió la Davis. En un día se ganó lo perdido en la jornada anterior. Tres partidos, ventaja española, pero no definitiva. Ferrer sigue su idilio con el torneo (pasó por encima de Roddick en la semifinal de Madrid, y hoy aburrió a Djokovic), y Rafa, ay Rafa, siempre Rafa. Además, con un plus que no tenía: le apetece levantar la Ensaladera de nuevo. En Sevilla 2004 lo hizo, pero no era el número uno del equipo. El año pasado lo era, pero se perdió la final. Está claro que le falta una combinación en este evento: número uno + final disputada y ganada. Que se vayan preparando.
Hoy, Tipsarevic, por ejemplo. El serbio juega con gafas de sol graduadas, y es un tipo que se pega a la pista, que aguanta, que no se deja ir. Pero hubo una pelota que definió mejor que ninguna la cruz del que está al otro lado de la red jugando contra Nadal. El peloteo era largo, se cruzaron un par de veces de lado a lado, y Nadal comenzó (como casi siempre) a dominar el punto. Su estrategia marcaba la carga sobre el revés, abriendo ángulos a ser posible. Y se puso a ello. Y le mandó un drive con peso, Y Tipsarevic le entró de revés para cruzarla. Y Rafa le puso la siguiente en el mismo sitio, pero un poco más liftada. Y Tipsarevic volvió a meter el revés como pudo. Y Rafa le envió la tercera que llevó al serbio al borde del pasillo de dobles, pero ya dos metros detrás de la línea de fondo. Y cuando fue capaz todavía de aguantarla, llegó la cuarta. Entonces, el bueno de Janko la vio venir, llegó como pudo, deshizo su golpe a dos manos, le pegó con una girando sobre sí mismo, y la pelota le llegó mansamente a Rafa que, mientras la empujaba para ganarla, pudo quizá contemplar una media sonrisa en su rival, como diciendo: ya vale, por favor, déjame un rato en paz.
Por intercambios como ese, que se repiten una vez, y otra, y otra, sobre todo en tierra batida, es por lo que dice un amigo mío que Rafa no es un buen módelo como número uno del mundo. Su razonamiento es simple: los chavales se fijan en los gestos técnicos para imitarlos. Cuando Roger Federer pegaba un drive, aquello era el manual del golpe fluído y estético. Cuando Rafa pega esas derechas en las que se pasa la raqueta por detrás del cuello, poniendo un peso sobre la bola que saca una sonrisa de impotencia al rival, el gesto técnico es absolutamente imposible de imitar. Sólo lo puede llevar a cabo alguien tan fuerte como él, con esa musculatura de Conan el Bárbaro, y con esa capacidad agonística sobre la pista.
En unas horas espera Nole Djokovic. Si le dieran a elegir, quizá el serbio preferiría estar en una barca en medio del mar. La sensación de soledad e impotencia sería la misma, pero al menos podría tumbarse a contemplar el paisaje.

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