EL TENISTA FUERA DE FOCO

Un deportista nace, crece, y si es mucho mejor que la media quizá acabe viviendo de su profesión. Si encima coge la inercia técnica y mental que conduce a la excelencia, puede acabar marcando una época. Pero, tarde o temprano, otro deportista se lo acaba llevando por delante. Es una ley no escrita que, en los deportes individuales, a veces se acelera de forma despiadada. Porque los enfrentamientos son directos y las victorias y derrotas producen efectos colaterales. Nadal empezó ganando a Federer, después lo ha superado en el ranking, y paralelamente ha conseguido que el resto del cuadro se encuentre con un gran tenista suizo al otro lado de la red, cuando hace apenas hace un año sólo veía un profesor emérito dispuesto a ofrecer una clase de hora y media, si no le molestaban demasiado.
Y la pregunta es: ¿hay vida profesional para un tenista extraterrestre cuando deja de serlo? Dos casos pueden servir de referencia: a mediados de los 80, Bjorn Borg decidió que no, y frenó en seco con veintiséis años y algún Roland Garros de menos. Pete Sampras, en cambio, fue capaz de aguantar sus últimas temporadas sin ser número uno, y el tenis le concedió un regalo de despedida: su decimocuarto Grand Slam lo conquistó cumplidos los 30, con los focos del USOPEN apuntando hacia otras zonas del cuadro.
Roger siempre ha declarado que creció imitando los gestos y golpes del norteamericano, y que uno de sus momentos más felices fue su victoria en Wimbledon ante él. Lo lógico es que Federer, en vez de frenar en seco, siga persiguiendo los tres Grand Slam que le faltan para igualar a Sampras, pero tendrá que encontrar la manera de sustituir el brillo de los focos que le ha robado Rafa tal vez para siempre.

Diario Público, agosto 2008

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