EL GRITO DE UN VIEJO ENTRENADOR

En aquella película de Rocky en la que los rusos eran todos de Rusia, y no como ahora que es evidente que nacen donde les da la gana, el boxeador Drago tenía la costumbre de jugar con los rivales hasta que recibía un grito seco de su esquina –en ruso, claro-, a modo de señal. Entonces, un primer plano enfocaba su gesto determinado, y la música grave anticipaba la manta de golpes que se le venía al otro encima, de la que ya no se podría recuperar.
Messina sabe que el Csska sólo tiene sentido si gana la Euroliga. Y Ettore lleva todos los tipos de partidos posibles en la cabeza. Primero, los prepara en la prensa, por si vinieran mal dadas: “la única diferencia de los viejos entrenadores, -dijo durante la semana- es que hemos cometido más errores, y no creo que eso sea una ventaja”. Después los lee el tiempo que sea necesario, , con esa mirada intensa, y cuando el rival se vuelve para coger aire, lo manda a la lona sin remisión. A siete minutos del final, Xavi Pascual intuyó que Andersen necesitaba un respiro antes del asalto final. Al sentar al hombre caliente, con seis puntos de ventaja, el equipo volvió la cara durante apenas cuatro posesiones. Fue el momento que aprovechó Ettore desde la banda para dar el grito, Siskaukas lo interpretó, y los graves de la música anticiparon el parcial de 11-0. El Barça tiene hambre, pero todavía no es Rocky Balboa. Tendrá que hacer más abdominales.

Diario Público, 2 mayo 09

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