UN CHICO DE LA CANTERA

En apenas unas horas, Ricky Rubio, todavía un bachiller pero todo un veterano jugador profesional de baloncesto (lleva desda hace dos o tres años cotizando a la seguridad social, con su nómina, sus cláusulas, sus abogados, sus derechos y deberes), será noticia de máximo alcance por haber cumplido su sueño; ser elegido en el podium del draft NBA. Si lo bajan del cajón, por cierto -y rumores pesimistas lo sitúan del 4 al 8-, se escuchará en su entorno aquello de "Houston...Memphis, Sacramento, o el que sea, tenemos un problema!".

Supongamos que no, que Ricky es oro, plata o bronce de esta añada NBA. Entonces, el modelo Ricky de cantera, con sus recursos, entrenadores, preparadores físicos, psicólogos, y por supuesto padres (¿qué sería de una cantera seria sin padres?), con sus euros de inversión, sus jornadas de sol a sol, y su excelente propaganda mediática... con todo eso, habrá llegado a su más alta cota.

Pensándolo bien, y siempre que no sea número uno del draft (que no parece), tal vez el modelo Ricky quede por detrás en el ranking del modelo Gasol, todavía más completo porque 'el chico de Bel-Air' estuvo más años formándose en los equipos inferiores de la NBA. Pau se fue con 21 años, y Rubio, si le salen los cálculos y le quitan las claúsulas, se estará yendo con 18. Más que 'Pist0l', como pretenden allí, deberíamos entonces llamarlo 'Ready', como siempre pudo ser por la gracia de Aíto, su primer formador en el DKV, el club de baloncesto antes conocido como Penya 'Spirit of Badalona'.

De repente, todo adquiere sentido, y a uno le repican de nuevo las visionarias palabras de Don Antonio Magariños, aquel catedrático inventor sin otro remedio de Estudiantes, ¡LA CANTERA!, que separó para siempre los dos dos lados del océano Atlántico baloncestístico: "en los albores del siglo XXI -dijo Don Antonio- quien sabe si Estudiantes estará cruzando hacia América para disputar partidos delante de 20.000 espectadores". La cita -de memoria-, me interesa esta vez por el lado de la ambición, más que por el de las estadísticas o el ticketing. Cruzar el charco, pasar al otro lado, estar en otra parte, llegar a un sitio mejor, ¡ascender, ascender! Ay, los ascensos, los descensos, ¡la salsa del deporte en Europa, porque nosotros siempre lo hemos hecho así!...

¿no es al fin y al cabo lo que este sistema europeo pretende en sus jugadores (antes alumnos) de cantera?

Es el cable que nos une a la gloria desde pequeñitos. El cable que un día, ya verán, se iniciará en algún vientre materno, al que pondrán chófer de ida y vuelta desde el paritorio al club (¡de cantera!), desde el club a la guardería (¡si hay tiempo entre entrenamiento y entrenamiento)...

Este fue Ricky, cuando casi no sabía sumar.
"El año que viene jugaré en el cadete A, después en el Junior A, pero si lo hago bien, mientras juegue en el Junior entrenaré con el Senior A de la ACB, para que Aíto I de la Cantera (el rey del cable que jamás debería cortarse desde el cordón umbilical hasta la primera nómina), me enseñe todo sobre la profesión. Entonces, al fin podré completar el ciclo virtuoso del sistema: me iré a trabajar a Sacramento, o a Memphis, e incluso llegaré a pagar parte de mi claúsula de rescisión (esa cadena que mide el esfuerzo, el trabajo y la inversión), de mi propio bolsillo".

Y entonces, la cantera, esa degeneración europea de la formación de un jugador de baloncesto (colegio, universidad, actividad profesional), será ¿unánimemente? aplaudida por un nuevo éxito de su módelo... a mayor gloria de 40 empresas estadounidenses perfectamente gestionadas por David Stern.

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