EL PELIGRO DE LOS MARTÍNEZ


Debatíamos dos Martínez sobre el curioso tiempo muerto de Xavi Pascual a falta de siete décimas para el final del partido del sábado (ganando…y defendiendo) cuando pasó lo que pasó. Otro Martínez, Rafa, ejecutó magistralmente la jugada preparada por su simpático entrenador, y al Barcelona se le quedó una cara de tonto que no ensayaba desde octubre.
El apellido Martínez despunta de tanto en tanto. Cosa lógica, somos unos cuantos. El viejo Estudiantes disfrutó de la famosísima saga Martínez Arroyo. En el equipo fundador jugaron dos, pero, al poco, uno se largó al Madrid instaurando otra figura clásica de nuestro deporte: el traidor a los colores. Pobrecito Estudiantes, y que cabrón aquel Martínez, que abrió la puerta por la que vienen colándose peseteros sin escrúpulos. No sean ingenuos. Estudiantes tampoco es fiel a sí mismo. Ese equipo tan simpático, tan cachondo, tan demente, el segundo equipo de muchos…, cuando ha tenido que homenajear a un Martínez (o a dos), jamás ha escogido a los más simpáticos sino a los mejores. Son unos ‘resultadistas’.
Fuera del Ramiro, ha habido de todo, salvo tal vez un alero alto y fuerte. En los cincuenta/sesenta José Luís y Alfonso, aragoneses, fueron internacionales. El pívot Alfonso fue uno de los nombres históricos de nuestro baloncesto, mientras el escolta José Luís lo dejó pronto por los estudios. (Es otra característica Martínez: la inteligencia). Mientras tanto, en Manresa brillaba Juan, un base anotador que también llegó a ser internacional. A finales de los 80, irrumpió con fuerza un ‘Martínez siete pies, el gran Ferrán, y en los banquillos empezó a despuntar Pedro, que se ha hecho fuerte en Gran Canaria. Si Pascual hubiera conocido los antecedentes del apellido, creo que no se hubiera atrevido a pedir ese tiempo muerto. Ni ustedes tampoco.

DIARIO PÚBLICO, 25 ENERO 2010

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