EL 'FLIPAO'


Todos saben que en el Ramiro de Maeztu se juega al baloncesto. El club Estudiantes, creado en 1948 por unos alumnos que pidieron permiso al director, Don Antonio Magariños, para jugar "al deporte que viene de Estados Unidos y que no se parece nada al fútbol" (en palabras originales de uno de sus fundadores, Luis Martínez Arroyo), acampó con fuerza en el patio y se quedó para siempre.
Pero no mucha gente sabe que el Ramiro es un colegio por el cual han pasado varios tenistas que intentaban hacerse profesionales. La facilidad para compaginar los estudios y los entrenamientos de tenis que acababa dando el horario nocturno del Maeztu, volvía la mirada de muchos padres y entrenadores que lo veían como la única posibilidad para un adolescente con una raqueta en una mano y un libro en la otra.
En el año 2003, éste mismo que 'bloguea' estaba tratando de movilizar chavales, del horario diurno, para el nuevo invento llamado entonces Series Colegiales. Andábamos por las aulas motivando a los alumnos para que fueran a animar al Ramiro de Maeztu, cosa, por otra parte, impactante para los profesores, que jamás habían pensado que el colegio podía recuperar su nombre para jugar al baloncesto; tan atrevidos fuimos, por cierto, que al nombre original le pusimos hasta apellido; los ‘estudiantes’ de repente eran el Ramiro de Maeztu Delfines. En esas estábamos en el Aula de Música (una de las aulas de música de cole más bonitas de este país, por cierto) con unos 80-90 chavales. La idea era contarles lo que sucedería con Las Series Colegiales: partidos después de clase, todo el colegio animando... en resumen, las típicas ‘americanadas’ para despertarles un interés. De repente, entre risas y comentarios, uno de los chavales se levantó y comentó; "pues aquí hay uno de mi clase que es muy bueno al tenis". ¿Y quién es? Es ese de ahí, se llama Javi.
Nunca se me olvidará la primera imagen del chaval; vestido de chándal (obviamente de marca), con pecas, la sonrisa se le borró de un rostro que dio paso a la preocupación: “ya me han descubierto”, seguro que fue su primer pensamiento. Lógicamente no sabía con quién se estaba jugando el prestigio infantil. Javier Martí, actualmente 250 de la ATP con 18 años (ver foto), tuvo que salir al ‘encerado’ para ser obligatoriamente aplaudido por sus compañeros de clase, y tuvo que responder ¡obli-gatoriamente! a varias preguntas inoportunas para un niño español de 12 años: ¿Por qué juegas tan bien al tenis, Javi? ¿Te gustaría jugar contra los mejores cuando seas mayor? ¿Qué tal llevas los estudios?
Las consecuencias reales de aquel episodio, tan ‘colegial’ y tan ‘americano’, para el preadolescente alumno Martí, (cuya teoría podría haber sido, por ejemplo, la siguiente: qué suerte para el resto de alumnos compartir aula con un chico enfocado hacia una actividad tan universal y con unos valores tan necesarios más allá de la ‘pista’; esfuerzo, concentración, no dar nunca un ‘partido’ por perdido...), se me hicieron presentes el otro día, es decir casi 8 años después, en el Club Ciudad de La Raqueta de Madrid. Compartía una tertulia con los padres de Javi, gerentes de un entorno deportivo que funciona de maravilla, cuando les conté aquel episodio con su hijo. La madre, sorprendida, me respondió riendo; “¿no me digas que fuiste tú el que le hiciste pasar por aquello?” claro, ¿por qué?… “Porque a partir de ese momento su compañeros le llamaban ‘El Flipao’…” –dijo, riendo- ¿Y? –le pedí que continuara-. “No, nada, que como iba con chándal de marca, y se iba de vez en cuando a jugar torneos, los demás le tomaban el pelo”. ¿Y con sus profesores, qué tal? –Seguí insistiendo con curiosidad-. “Con los profesores, imagínate. Ni sabían que jugaba, ni les importaba, claro. A los dos años lo sacamos del colegio porque eras imposible compatibilizar los entrenamientos con el Ramiro. Allí nadie ayudaba”.

Pero, por supuesto, que nadie se preocupe; si en estos meses, en los que está luchando por ser un jugador ATP de referencia, alguno de los chavales de aquella clase lo ve por la tele, en algún reportaje, seguro que comentarán con su entorno: “mirad, mirad, es Javi, mi compañero del Ramiro”. Y que nadie se preocupe; en el Ramiro (y tantos y tantos colegios fuera de 'américa') podrán estar orgullosos de haber colaborado a formar un 'alumno-deportista', con las ventajas sociales y económicas que eso supone para un país. Siempre podrán hacer el papel de Scott Williams, compañero de Michael Jordan en los Chicago Bulls, en la rueda de prensa posterior al encuentro en el cual MJ dejó su mejor marca de puntos en 69: “¿Qué te ha parecido el partido, Scott?” “Bestial. Entre Michael y yo hemos metido nada menos que 71 puntos”.

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