CHILDRESS EN OLYMPIAKOS, PERO TAMBIEN PAPALOUKAS Y GREER
Los que hayan jugado, a cualquier nivel, tendrán alguna vivencia parecida: se llegaba al patio del rival, con los aros duros y el ambiente desapacible, y siempre aparecía un contrario con las mejores zapatillas del mercado, los pelos a la última, y unos movimientos en la rueda de calentamiento que daba gusto verlos. Reversos, diez mil botes entre las piernas, incluso algún mate para terminar de pintar el cuadro. Al mismo tiempo, agazapado, andaba por allí el gordito de turno que corría a su ritmo, tiraba a su ritmo, incluso tenía tiempo para saludar a los amigos que se habían acercado al patio porque les pillaba cerca de casa. Cuando el partido comenzaba, la inercia llevaba la vista hacia el aparente, hacia el del calentamiento imponente. El que le daba color al partido. Cuando pasaban los minutos, se veía que allí el que mandaba, el que iba a liderar el asunto y a dar los pases justos en el momento preciso, era el cabrón del gordito. Durante los minutos que se pasaba sentado en el ban...