MOMENTOS ESTELARES

En el punto de máxima euforia, un genéticamente prudente Nacho Gervás, la voz sabia de nuestro canal de golf, decidió lanzar un órdago desde el impactante rincón de Ailsa tratando de elevar el instante deportivo protagonizado por Tom Watson a la categoría en la que Stefan Zweig colocó, a principios del siglo XX, 14 momentos estelares de la humanidad. "Si gana Watson -dijo- estaremos probablemente presenciando la mayor gesta deportiva de todos los tiempos". ¿Exageraba Nacho? Depende. Watson, pese a sus 59 años, seguro que no estaba sufriendo tanto como el triunfador Admunsen o el perdedor Scott cuando pisaban parajes desconocidos con el único y vanidoso objetivo de ser los primeros seres humanos en conquistar el polo norte, pero es probable que sus 4 días de lucha contra los cien mejores profesionales del golf -un deporte, recuerden, de alcance planetario- le estuvieran exigiendo un gasto energético y mental bastante superior, por ejemplo, al que utilizó aquel “joven capitán de guarnición, de nombre Rouget…” la noche que parió el himno de guerra que desde entonces usa Francia como precioso y controvertido cántico nacional, otro de los momentos con los que Zweig nos deleita en su ensayo.
Ay, las gestas, tan literarias y necesarias como impredecibles en su desenlace. Cómo cobraba, de repente, todo su sentido aquel superficial momento en la entrega de premios del Open Championship de mediados de los ochenta, cuando un joven Ballesteros, por entonces simplemente Sevvy, Rey de Inglaterra, quiso consolar a Tom, ya quíntuple poseedor de la Jarra de Clarete (y al que una sola victoria más hubiera elevado a la categoría de mito absoluto del torneo), con unas palabras de ánimo que entonces sonaron divertidas y un punto prepotentes; "don’t worry, Tom, you're still young and you will have another chance to win".‘Another chance’, el sueño de cualquier deportista-jugador. El sueño de aquel Sevvy, por ejemplo, cuando el golf decidió irse con otros poco tiempo después y para siempre, llevándose toda su magia y casi toda su altivez. O el sueño de Tiger cada vez que sale al campo persiguiendo a Nicklaus y sus 18 grandes victorias. Pero también, por supuesto, el sueño del calvo Stewart Cink, intuitivamente feliz al embocar el domingo ese birdie del 18 antes del playoff, sabedor de que los hoyos extra le daban claras opciones de triunfo, aunque estropearan al mismo tiempo lo que en palabras de Zweig son fundamentalmente “esos instantes sublimes que la Historia configura a la perfección”. ¿Será hoy ese día? Es la pregunta de cada golfista (¿De cada artista? ¿De cada jugador? ¿De cada deportista?) en cualquier rincón del planeta al pinchar la pelota en el tee del uno. Pero el propio diseño del juego, y las sabias palabras del ‘marketiniano’ gurú Bob Rotella (“Golf is not a game of perfect”), tenían la respuesta a lo sucedido cuando lamentablemente Watson fallo el ultimo putt a escasos metros del hoyo…

Disfrutemos, por tanto, del viaje, podríamos añadir finalmente, buscando eso que “por lo general transcurre de modo sucesivo o sincrónico, (y que a veces) se comprime en ese único instante que todo lo determina y todo lo decide”

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