Los que estuvimos allí, jamás lo olvidaremos

Corral de comedias de Almagro; el único que se conserva tal y como fue en su origen.


Son las 9.30 de un viernes noche. Mientras en la calle hace frío y llueve, en un gimnasio colegial madrileño fluye la emoción. En ese momento de caótica perfección, nuestra sensación de hambre cede paso, abruptamente, a un cierto susto sobrevenido:

-¿Estás bien? - escuchamos nítidamente la pregunta de Chema, responsable técnico del colegio Estudio, a su entrenador. Éste, apoyado sobre la espaldera que linda con el banquillo visitante del angosto recinto del colegio Arcángel San Gabriel, a escasos dos metros de donde nos encontramos, trata de coger algo de aire. Parece mareado. Junto a él, uno de sus jugadores espera la indicación para saber si tiene que entrar en pista, o todavía debe esperar. Cuando el entrenador recobra la compostura, Chema nos hace un breve gesto de complicidad, y emite su diagnóstico: “esto es muy duro, macho, muy, muy duro, no me extraña lo que le ha pasado. La tensión es máxima”. El entrenador rival ha pedido un tiempo muerto. Volvemos entonces la vista a la cancha, y nos cruzamos con la contagiosa sonrisa de uno de los árbitros. Lo seguimos con la mirada hasta que se encuentra con su compañero. Ambos chocan sus manos cerca del círculo central sin parar de sonreír. Ellos, sin duda, están disfrutando del momento. 


Aprovechando el parón, imaginamos la cancha como un escenario gigante. Desde nuestro emplazamiento, el gimnasio se transforma entonces en uno de aquellos corrales de comedias con los vecinos hambrientos de entretenimientos y emociones. En el centro de la escena, están los actores protagonistas; por ejemplo, un entrenador superado por una clase de gimnasia imposible de imaginar: por ejemplo, el responsable del deporte del cole bordando su papel de sanitario de urgencias: por supuesto están los deportistas, todos yendo mucho más allá de sus cualidades técnicas o físicas. Y, finalmente, por allí andan los sospechosos habituales disfrutando como nunca: los sonrientes arbitros dando fe de la rareza de la obra que todos representan.


Siendo los actores muy importantes, la belleza del momento no se entendería sin todos los demás allí presentes que, ya sea por devoción o por pura obligación (nos referimos al 'chofenitor', padre o madre de deportista que llega a estas edades de sus hijos sin un solo pabellón de su comunidad autónoma por explorar), asisten a una función que en este caso jamás olvidarán en su vida. A nuestra derecha, observamos a los padres del colegio Arcángel y a los niños más pequeños ocupando las 3 filas de lo que sería el patio de butacas, las entradas caras del corral. Una madre aplaude de forma nerviosa, se coloca las manos alrededor de la boca, y quiere transmitir gritos de ánimo. Sus ojos están muy abiertos. A su lado, otra madre la mira y trata de seguir sus indicaciones. Justo encima de ellas, en un coqueto voladizo con una barandilla roja sobre la que apoyarse, divisamos más seguidores de Arcángel. En ese momento de pausa todos siguen las indicaciones de un ex alumno del cole que, megáfono en mano, los invita a echar el último aliento a sus jugadores, disfrazados por una tarde de absolutos héroes del baloncesto. Quedan 5,6 segundos, el colegio Estudio, con su entrenador ya recuperado y dando instrucciones, va ganando por 3 puntos en la segunda prórroga. Cuando el tiempo muerto acabe, precisamente uno de sus jugadores lanzará un tiro libre. A nuestra izquierda, el patio de butacas sigue abarrotado de aficionados locales. Para los visitantes se ha reservado esa parte del voladizo. Predominan los compañeros de clase; aunque también se distinguen muchos padres, tal vez haya venido incluso algún profesor.


La inesperada obra maestra termina apenas unos segundos después. La última mirada al marcador refleja un 92-95. Por supuesto lo inmortalizamos en nuestro dispositivo. La idea es compartirlo con mucha gente. Nos damos entonces cuenta de que sólo los allí presentes, cada uno en el papel que ha tenido que representar, podrá entender la especial emoción vivida y compartida. Hemos tenido el privilegio de asistir a una de las funciones más completas de estos primeros 20 años de proyecto, y damos fe de que las ha habido exquisitas en todas y cada una de las 20 ediciones, en todas y cada una de las 8 ciudades que ponen sus corralas colegiales a disposición de estas comedias dramáticas, con el baloncesto como elemento central de la trama.


Cuando salimos del recinto, apurados porque llegamos muy tarde a la siguiente cita, nuestro acompañante, un impactado adolescente, nos dedica una mirada de cierta complicidad. La sonrisa de ambos da rápidamente paso a torpes reflexiones en la veloz caminata hasta el coche. En el trayecto de vuelta seguimos hablando de lo sucedido. El frío y la lluvia persisten. Sin embargo, cuando llegamos a casa no tenemos la mínima necesidad de cenar. Sentimos el estómago plenamente satisfecho.




Comentarios

Entradas populares de este blog

JOAN CREUS: UN TIPO DE FIAR

¿Es posible predecir la honestidad y la eficacia en el Alto Rendimiento?