POR UN BALONCESTO SIN COMPLEJOS


"Al día siguiente hablaban los papeles de Gil, y tal, y de segunda división". Uno de los himnos de Sabina (jamás simples canciones), termina en directo con un fingido llanto por su Atleti, el de los añitos en el infierno. Lógicamente, lo hace de modo artístico, pues nuestro país jamás sería lo mismo sin el invento de la segunda división. En el mundo del deporte, pocos son los individuos que resisten a nuestra devoción por el descenso. De momento está Guardiola (al que su resistencia a los medios le augura uno prematuro, él lo sabe), Messi (ya vendrá Maradona para ahorrarnos trabajo), y Gasol, hasta que Lebron James quiera. En este selecto grupo deberíamos incluir a Alonso y Nadal, pero al primero ya lo descendió el carácter, y al tenista su alarma neurovegetativa reflejada en las rodillas, tan conocidas del gran público.

Centrémonos, por exigencias de la página. El baloncesto ACB, en realidad, ya nació como un bebé feliz de segunda división. Las dos locomotoras a las que enganchar un negocio profesional, habían sido paridas años antes como simples secciones de un deporte superior, lo cual que, en la mente de sus dirigentes, siempre resultaron entretenidas unidades de relaciones públicas en la victoria, y despreciables unidades de gasto (“¿quién trajo a este Ettore Pellegrini?…preguntará algún director de periódico pronto, ya verán”) en la derrota. Ya que es demasiado tarde para hacer una competición de primera (un baloncesto sin referencias futbolísticas y marca propia; no un simple soporte publicitario), proponemos una declaración de intenciones anticipando el previsible playoff final de nuevo entre secciones. Que den un paso al frente y luzcan en sus camisetas la más autóctona de todas las publicidades, aquella del whisky segoviano Dyc que dignificaba al feliz español de segunda; y que Sabina nos haga el himno.

DIARIO PÚBLICO, 12-4-2010

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