CUANDO LUKA DONCIC JUEGA, LA HISTORIA DEL BALONCESTO LE ESTÁ OBSERVANDO.

Les supongo a casi todos ustedes enganchados a la llamada ‘burbuja’ NBA. En la época en la que vivimos, no es fácil quedarse al margen de los grandes actores globales del planeta. Y la liga norteamericana de baloncesto es uno de esos actores. Sus protagonistas pertenecen a todos los continentes. Los fans están en todas partes. Y las herramientas tecnológicas favorecen la interacción. Ni siquiera hace falta ver los partidos para tener una cierta idea de lo que está sucediendo.


En un contexto así, la llegada de Luka Doncic a la competición invitaba a elegir una línea genética para su privilegiado baloncesto. Participamos activamente en ello (ver CARTA DEPORTIVA, EL PAÍS), y nos decantamos por un estilo más parecido a Magic Johnson. Nuestro interlocutor aquel día, entonces director de scouting de un equipo que finalmente no eligió a Luka en el draft (pocos meses después estaba en búsqueda activa de empleo), lo asemejaba mucho más con Larry Bird. 


Apenas dos años después, resulta que sus estadísticas de playoff (más de 35 puntos, 15 rebotes y 10 asistencias de media en cada partido, con momentos absolutamente estelares como el triple sobre la bocina que ha empatado la serie de playoff frente a Los Angeles Clippers) ya son superiores a las de Magic o Bird… y también a las de Jordan o Lebron James. Luka nos está dejando sin argumentos cuantitativos para una posible comparación tomando como referencia los últimos 40 años en la historia de nuestro deporte. 


Para explicar sus números, los analistas se están viendo obligados a desempolvar un nombre mítico que muy pocos aficionados actuales llevan en su cabeza, y muchísimos menos han tenido el privilegio de verlo jugar, salvo en algún resumen muy puntual. Se trata de Oscar Robertson, una superestrella de los años 60 y principios de los 70, apodado ‘BIG O’. 


“Cuando haces un movimiento, hasta tres generaciones te pueden estar observando”. Se lo escuché hace tiempo a un filósofo que trataba de explicar a su audiencia la importancia de no despreciar jamás nuestras referencias, porque con ello perderíamos absolutamente nuestra identidad. Me contaron hace muchos años cómo era estar delante de Oscar Robertson en una pista de baloncesto. “Jugaba a otro deporte. Y no solo por la superioridad física”. El partido de Luka Doncic frente a los Clippers del otro día, en realidad no es muy distinto (en términos de "jugar a otro deporte") del que hizo frente a España con 18 años en la semifinal del Europeo de 2017. Y ambos no son muy diferentes a los que tantas veces nos han regalado los deportistas privilegados. 


Aunque todavía es pronto para hacer cualquier balance sobre un genio tan joven, de todas las cosas buenas que está ofreciendo Luka Doncic al baloncesto estos años (muchas más de las que le corresponderían con la edad que tiene), no encuentro una mejor que la necesidad de hacernos viajar tanto en el tiempo. El baloncesto de Doncic, como el de los más grandes jugadores que lo han precedido, posee siempre una característica común; es capaz de explicarnos cómo hemos llegado hasta aquí, cuáles han sido las fortalezas específicas del baloncesto. Cada vez que algún genio se adelanta a su tiempo (“juega a otra cosa”), en realidad podría estar conectándonos con el mejor pasado posible. 


Y de todas…todas, no se me ocurre una mejor que dar la excusa a un abuelo para explicar a su nieto como jugaba Oscar Robertson, como era estar con él sobre una pista de baloncesto. “¿Óscar qué, abuelo?” Y la explicación tiene forzosamente que ser buena, porque todas la genética entera de nuestro deporte estará muy atenta, observando.


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